Después de mamármela a conciencia y ponerme la polla tiesa, se levantó la falda y se bajó las bragas. Se arrodilló en el sofá, colocando su culo en pompa, al aire, abriéndose las nalgas de par en par, con ambas manos, y apoyando su cara en los cojines, de lado, para poder mirarme a los ojos y mantener, a su vez, aquél equilibrio lascivo. Su coño y su ano quedaban, sin más, a mi plena y entera disposición.
¿quieres follarme ahora?- preguntó con premeditación y alevosía.
¿O prefieres que me joda yo misma mientras tú te la meneas?
Dudé por un instante la mujer de mi jefe el muy hijo de puta aunque . a ella no parecía importarle ¡todo lo contrario! ¡Estaba ardiendo y meneaba aquél trasero mientras jadeaba encelada frotándose el clítoris con su mejor vibrador!
En situaciones como está es imposible controlar lo inevitable
El deseo, la revancha, la sed de conquista, victoria, lujuria y venganza me cegaban, el cabrón de mi jefe llevaba tiempo puteándome y ahora tenía una gran oportunidad para desfogarme.
Delante de mí, abierta de par en par, la entrada a esa gloriosa y desconocida pirámide de carne. Y como es lógico, ya nada iba a detenerme.
¿Aún piensas? ¿a que esperas?
No le dio tiempo a soltar ninguna otra frase, palabra, ni sílaba. Se la clavé de golpe en aquél coño hinchado, en aquél coño peludo, con intención de joderla y callarla. A lo bestia, ensañándome en su raja de palmo, con furia, con rabia, con putería, regocijándome con los gritos que ahora soltaba con cada una de mis embestidas.
Te gusta, ¿eh zorra? ¡Pues ahora vas a darme tu culo, preciosa!
Me cogí la tranca por la base, y empecé a golpear en su ano dejándome llevar por la perversa y dulce inspiración de un consumado sodomita. Mi cipote llamaba rítmicamente a la negra puerta de su entrada trasera y su calentorro ojo del culo miraba y esperaba con ansia. Decidí penetrar su esfínter sin necesidad de lubricarlo, poco a poco, centímetro a centímetro, disfrutando como un loco con sus quejidos de dolor en búsqueda del calor de sus entrañas mientras ella se retorcía animándome a que continuara adelante y la sometiera a las inclemencias abrasivas del sexo anal.
Por su puesto así lo hice:
Taladrando en su interior follar ano sodomizar culo
Rompiéndole el caca a la mujer de mi jefe.
Con todo el amor del mundo Sin pausa y sin compasión.
Mi corrida en su cara. La saqué de su culo y se la metí en la boca. La saqué de su boca y se la metí en las tetas. La saqué de sus tetas y se la volví a meter en la boca para sacarla y meterla de nuevo en su culo y sacarla entonces justo en el momento de la descarga para regar con entusiasmo su rostro y maquillarlo estilo bukake con lingotazos de crema de vida.
¿No es esto verdadera poesía?
A la mañana siguiente, en la oficina, cada vez que mi jefe me dirigía la palabra, una sonrisa de maliciosa inocencia, bienestar y bien lograda fortaleza acompañaba toda respuesta.