Desayuno café con leche.

Él se pone de rodillas y busca el agujero, primero con la mano mientras, con la otra se acaricia el pene, ya erecto y a punto para entrar.

-Buenos días.

– ¡Hola!

El lector de códigos de barra suena intermitentemente: las cuchillas de afeitar, el champú, los pistachos, la loción, los tomates, los preservativos, … .

– Yo te conozco, Lena –dice el cliente fijándose en la chapa de identificación que luce la cajera en el bolsillo izquierdo de la bata.

Lena levanta la vista del paquete de preservativos y lo mira, arrugando la frente.

– ¿Si? ¿De otras excursiones al súper?

– No, aquí no me había fijado: Pero tu voz me es familiar, ¿no recuerdas la mía?- dice susurrando.

Lena enrojece de golpe, mira a todas partes y susurra, a su vez.

– Siií, …, ahora caigo.

– ¿Cómo van los ejercicios de la piscina?

– La media hora de rutina. No hay extras.

– ¿Has probado alguna vez en una furgoneta?

– Son 22 con 30.

– Lo digo en serio ¿no puedes salir un momento?

– Dentro de cinco minutos es mi hora de desayuno.

– Te espero en el aparcamiento de detrás.

– No creo que sea buena idea.

– Casi no hay clientes. Y yo ya estoy preparado,-dice moviendo ligeramente la cadera, rozando el metal de la caja. Voy para allá. Vanette B – 5353, gris metalizado, susurra mientras paga y coge la bolsa.

– ¡Lena! Tu hora de salida. A las 10 en punto, aquí.

Coge el bolso y sale disparada hacia la calle. Gira y busca el gris metalizado. Una mano se levanta en el aire; va hacia ella.

-Sabía que vendrías- avanzan unos brazos que la rodean y desabrochan botones.

– ¿Qué haces? ¡Nos verán!

– ¿Quiénes? Ven, entra.

Un colchón destartalado ocupa el maletero, amplio porque faltan los asientos traseros.

– ¿Esto qué es? ¿un picadero ambulante?

– Mi mujer se ha empeñado en que tire hoy el colchón. Pero todavía se puede usar.

Cierra la puerta. Se quita el polo y se desabrocha los pantalones.

– Todas las ventanas cubiertas de cortinillas multicolores … .

– ¿Te vas a fijar en la decoración? No me hagas esto, que estoy que ardo.

Las manos, expertas, se introducen por los sujetadores, notando la carne cálida y suave que se eriza a su tacto.

– Vaya, ¡qué buenas manos tienes… ¡

– Eso no es nada. Hay otras partes de mi cuerpo más eficaces. Ya lo sabes –susurra mientras acerca su boca a los pezones. La lengua recorre ahora uno, ahora otro, Nota cómo ella tiembla bajo la piel.

– ¡Uhmm,.. uhmm,…, me voy a derretir … .

– No tan pronto, no tan pronto.

La mano baja a la altura de la cadera y la acerca a su cuerpo. Ya están sentados, enlazados por la cintura. Los genitales se rozan. Hace calor. Ella extiende las piernas y forcejea para deshacerse de las bragas. Él las coge a la altura de los tobillos y las lanza hacia atrás. Luego, se quita su slip.

Lena forma un ángulo recto, el cuerpo sobre el colchón, las piernas en el aire.

Él se pone de rodillas y busca el agujero, primero con la mano mientras, con la otra se acaricia el pene, ya erecto y a punto para entrar.

– Un momento …-dice a media voz ella. Has comprado preservativos. Úsalos.

– Aquí tengo uno, pónmelo tú. Cómemela antes un poquito.

Se incorpora y acaricia con la lengua una polla erecta, arriba, … abajo, …, toda dentro…., brillante de saliva, mientras las manos se entretienen en los testículos.

– Sí, sí, … así… tócame los huevos y cómeme la polla ¡Ay! …qué gusto da, qué gusto da esa lengua húmeda… .

– Dame la goma, así … Ya … está … .

– Pónte como antes, que te la meta bien.

Se estira hacia atrás, de nuevo en ángulo recto, y nota cómo entra de una vez toda la polla dentro de su coño, mojado, … caliente, … dulce … .

-¡Ah! ¡ah! –gimen los dos. Un calor interior les sube por el cuerpo y un calambre les recorre la espalda.

-Así …, así …, muévete más. Así, hasta que nos corramos a la vez ¡qué gusto me da meterte la polla … !

– No puedo aguantar… .Me estoy derritiendo, ¡ay!… ¡ahhh …! sácala y métemela, sácala y métemela, deprisa, así… ,así … .

– Un poquito más, aguanta un poquito más … .

– ¡Sigue! … ¡sigue! … .Ahoraaa … ahoraaa … ¡Ah!… .

– ¡Uff!… que me corro …, me cooorro … .

Cae sobre ella, los cuerpos mojados. La abraza y se tumba a su lado, jadeantes, exhaustos … .

– ¡Qué guarrería tan rica!

– Sí; no ha estado mal.

– Lena, ¿qué nombre es, Lena?

– Magdalena.

– ¿Con o sin colesterol?

– Con muchas calorías.

Él se incorpora y busca una caja de toallitas húmedas. Coge una y se la pasa por el cuello, los hombros, los brazos, las tetas, el vientre, … .

– ¡Uhmm! ¡qué invento, las toallitas!

– Yo también estoy sudando.

– Trae, ya te la paso yo, desconocido.

– ¿Desconocido?

– Para mí, sí. Los cuerpos se conocen, pero nosotros no nos hemos presentado.

– Me llamo Ricardo, pero me dicen Rico.

– ¿Y eres rico?

– Estoy rico, que es más sabroso.

– Creo que ya me he tomado el café.

– Hoy, con leche, nenita.

Empiezan a vestirse, sin fijarse uno en otro.

– Toma, tengo un peine.

– Si que vas bien equipado.

– Soy un hombre casado. Hay que pensar en todo.

– Hasta en follar con la cajera, por lo visto.

– Bueno, la cajera no ha puesto muchos impedimentos.

– Es que el cliente bien atendido es el cliente fiel.

– Ése es el márketing que me gusta.

Abre la portezuela y busca una papelera con la vista.

– Voy a tirar esta goma. Puedes salir; no hay nadie.

– Adiós.

– Adiós, no. Hasta pronto, guarra, -dice muy bajito. Y se aleja despacio hacia la papelera.

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